LOS MIGRANTES

PMH-CEG
La Iglesia católica en Guatemala dedica este domingo a los migrantes. Ora por ellos; realiza campañas para hacer conciencia del drama de sus vidas; hace colectas especiales para apoyarlos por el camino.

Los migrantes proceden de aquí, de Centroamérica, de Suramérica y el Caribe y más allá. Buscan el Norte. Migrantes son también los que rebotaron en la frontera o los deportados de más arriba, que fallaron en el intento y regresan a su casa para probar otra vez.

Migrantes son también los padres que despiden al hijo o a la hija adolescente, o la esposa joven que dice adiós a su marido y se queda con el aliento suspendido hasta tener noticias de que llegó, o por el contrario, de que fue atrapado, de que está enfermo o herido, o de que murió en el desierto o por manos de asesinos.

Migrantes son las mujeres —ya son dos generaciones— que se quedaron cuidando los hijos mientras el marido se fue a buscar mejor fortuna “del otro lado”. Migrantes son los abuelos, que vuelven a ser padres, al quedar a cargo de los nietos, porque los progenitores eligieron el camino de la esperanza.

Migrantes son los hijos para quienes el papá o la mamá son una foto o una voz semanal o mensual en el celular, cuando bien les va.

Migrantes son las familias que quedaron separadas, en pos de una ilusión, y cuyos integrantes, cada quien por su parte, reconstruyeron otras familias con otras personas que estaban más cerca.

Migrantes son los hijos que después de años quieren reunirse con sus padres. Migrantes son los que llegaron allá, y no encuentran trabajo por semanas o meses. Migrantes son las comunidades que allá en el Norte se recomponen para sobrevivir, cuando todos los de una aldea convergen en el mismo pueblo, en la misma ciudad.

Migrantes son los amigos que alquilan un lugar para vivir y se turnan, según los horarios de trabajo, para utilizar, uno tras otro, la misma cama para dormir y la misma mesa para comer, pues para juntar la remesa hay que ahorrar.

Migrantes son los obreros que trabajan bajo la angustia de si una redada de las autoridades migratorias los atrapará para deportarlos. Migrantes son las familias establecidas allá en el Norte, que son separadas nuevamente cuando uno de los miembros no tiene la residencia y es devuelto a su país de origen.

Migrantes son los que enviaron en el 2015, según datos del Banco de Guatemala, 6,284,977,800, dólares que es el precio, no el valor, de su sacrificio.

Migrantes son los que con ese dinero mantuvieron la estabilidad cambiaria del quetzal, contribuyeron a reducir el déficit de la balanza de pagos, y nos dieron a quienes vivimos en este país estabilidad macroeconómica.

Migrantes son hombres y mujeres, niños y niñas de carne y hueso, que sueñan, que trabajan, que sufren, que se arriesgan y a veces mueren porque el país no les ofrece oportunidades de un ingreso digno y de un futuro mejor. No hay trabajo, pero no faltan quienes con sus acciones crean un clima adverso a la creación de empleo. No hay salud ni hay escuelas, pero la corrupción no cesa.

Migrantes: sangre que fluye de una Guatemala herida.

Monseñor Mario Alberto Molina, Arzobispo de los Altos.

Texto tomado de  Prensa Libre  en http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/los-migrantes